La mujer de mi amigo by Corín Tellado

La mujer de mi amigo by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1953-12-31T16:00:00+00:00


IX

A la tarde siguiente el auto de Julio Mora, largo, estilizado, de un tono verde muy suave, se detuvo ante la finca de Raquel San Juan.

Se apeó de un salto, y junto con Javier ascendió por las escalinatas de mármol hasta la terraza.

—Deseo ver a la señora —dijo Julio a un criado.

El fámulo le contempló extrañado, pues sabía que Julio Mora era íntimo de la familia y le causaba profunda extrañeza que se hiciera anunciar con tanta solemnidad.

No obstante, cogió la tarjeta de Javier y la del propio Julio y subió a las habitaciones de su señora.

Minutos después, eran introducidos en el salón de recepciones. ¿Adivinaba, acaso, la dueña de la casa, el significado de aquella visita inesperada?

Tal vez, puesto que bajó elegantemente vestida y acompañada de su hija, y los recibió como si jamás los hubiera visto antes de aquel momento.

Y es que Raquel estaba firmemente resuelta a no extrañarse de nada. Si Julio venía a visitarla con tanta solemnidad, ella le recibiría solemnemente.

—Sentaos.

—Vengo a pedir para mi amigo Javier la mano de tu hija —dijo Julio resueltamente, serio, frío, sin admitir lugar a dudas respecto a la formalidad de su petición.

Raquel sintió que algo raro le sacudió todo el cuerpo, pero rápidamente, casi con brusquedad, tomó una determinación, y causando la extrañeza de todos repuso con el mismo tono de voz frío y mesurado:

—Sea. ¿Cuándo piensan casarse? Supongo que no pretenderán hacerlo ahora que aún está reciente la muerte de mi marido.

—Tal como me pediste el otro día, Javier saldrá de viaje. Nos vamos los dos. No sé el tiempo que permaneceremos fuera. No obstante, a nuestro regreso se efectuará el matrimonio. ¿Tienes algo que decir?

Raquel distendió la boca en una amarga sonrisa. Los miró uno a uno, y después repuso, con acento indefinible:

—¿Qué puedo decir si eres el tutor de mi hija? Sé que aun cuando me negara a dar mi permiso, los hubieras casado cuando y como te viniera en gana.

—¡Oh, mamá!

—No temas, Mary —repuso Raquel bruscamente, clavando los ojos en su hija—. Puedes casarte con Javier. No tengo objeción alguna que hacer.

—Señora, yo le prometo…

—No prometas nada, Javier —cortó la dama, fríamente—. Lo que me hubieras prometido a mí, prométetelo a ti mismo.

Y sin añadir más palabras, salió de la estancia.

Julio dudó un momento. De súbito, apartó a Javier con brusquedad y salió tras Raquel.

—Raquel —llamó.

La mujer no dio la vuelta, pero se detuvo en mitad del pasillo.

Julio avanzó hacia ella, puso sus dos manos en los hombros femeninos e inclinó la cabeza hacia el cuello de ella.

—No quise molestarte —dijo, ahogadamente—. Sé que Javier hará feliz a tu hija. Ha vivido conmigo desde que gané el primer dólar. Él era un muchacho, y yo ya estaba desesperado.

La volvió suavemente. Los ojos de Raquel estaban frente a los suyos.

La contempló largamente, clavando sus pupilas en las de ella, que estaban llenas de lágrimas.

—Os dejamos solas, querida. Piensa en todo lo que te dije el otro día, y si reaccionas…

Raquel movió la cabeza.

—Marchaos a Madrid. Esto en invierno es extremadamente triste.



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